Papeles falsos, de Valeria Luiselli. (Fragmentos)
<<Cosas, cosas y más cosas, y ningún lugar en donde estar>>
Robert Creeley
La mirada -que no es más que una extensión, una mano de la mente- se complace y entretiene rellenando espacios huecos. Quizá sea esta inclinación por llenar lo ausente, por contemplar lo incompleto, una mera malformación del alma humana.
Los libros en las estanterías se ven bonitos y sugieren preguntas, es cierto, pero aquellos que han salido de su sueño vertical tienen vida propia. Un libro sobre la cama es un compañero discreto, un amante de paso; otro, en la mesa de noche, un interlocutor; el que está sobre el sillón, una almohada para la siesta; el que lleva una semana en el asiento del copiloto, un compañero fiel de viaje.
Algunos libros se olvidan. Se olvidan en el baño o en la cocina durante un rato. Son remplazados por otros cuando por fin los consume nuestra indiferencia. Otros reclaman con más vehemencia. Basta con volver a saltar entre sus párrafos. Los pocos que si leemos, serán lugares a donde regresaremos siempre.
Un libro abierto no puede callar nuestra evidencia. En su interior están los vestigios concretos de nuestro paso a través de él, todas nuestras huellas, las sábanas después del amor.
<<La soledad no se encuentra, se hace>>
Marguerite Duras
Volver a un libro se parece a volver a las ciudades que creímos nuestras, pero que en realidad hemos y nos han olvidado. En una ciudad, en un libro, recorremos en vano los mismos caminos, buscamos nostalgias que ya no nos pertenecen. No se puede volver a encontrar un lugar tal como se dejó. Encontramos, en todo caso, mitades de objetos entre el debris, incomprensibles notas al margen que tenemos que descifrar para volver a hacer nuestras.
Sé, además, que algunos recuerdos son elaboración posterior: fantasías labradas durante una charla, exageraciones esculpidas en las distintas versiones de este párrafo que escribimos una y otra vez en las cartas a nuestros familiares y amigos.
Recordar, dicen los etimólogos, significa <<traer de nuevo al corazón>>. El corazón, sin embargo. no es más que un órgano desmemoriado que bombea sangre. Es mejor no recordar nunca nada. También es mejor leer como un lector olvidadizo que, habiendo soslayado temporalmente el final, goza cada momento del recorrido sin esperar la indulgencia de un final que ya conoce. Recordar, releer: transformar el recuerdo: sutil alquimia que nos concede el don de reinventar nuestros pasados.
Todo libro, como todo recorrido, cobra sentido hasta su termino. Las primeras páginas de una historia, como los primeros pasos que damos al empezar el viaje, nos parecen incomprensibles hasta no saber como acaba. Un rostro también es una historia y requiere tiempo; demorarnos, llegar hasta el final.
Hay una curvatura del labio: el desliz de alguna abuela [...] Pero esta cara, como todas, no es sólo una colección de huellas, es también el bosquejo de un rostro futuro. La materia variable de la piel es inconclusa y sus pliegues develan una dirección: porvenir incierto pero ya presente.
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