El sueño de otro Rocco.
El lenguaje de los sueños y la narrativa dentro de estos, siempre será un misterio para quienes lo experimentamos, pues de manera inconsciente nos lleva a escenarios que conscientemente muchas veces no prevemos, no pensamos, no deseamos; pero una vez incrustados en imágenes, nos llevan a plantearnos porque esas cosas ocurren ahí, y entonces empieza un viaje introspectivo, ya despiertos, en pleno uso de conciencia; de las cosas que deseamos y no sabíamos.
El siguiente sueño, que trataré de contar como un relato, involucra sobre todo a dos personas, que para guardar su identidad, nombraré con alteregos que no atenten contra las personas que son en la vida real.
_________________________________________________
Es difícil explicar lo extremadamente largas que eran las escaleras para llegar a la cabina de proyección, y también difícil precisar que persona me había dicho que alguien me buscaba allá arriba. Cabía la posibilidad de que fuese don Santiago, aunque lo más probable es que no haya sido él, porque de haber estado él presente, no habría dejado subir a nadie y él mismo habría solucionado el problema, en caso de que fuera un problema por el cual se me estuviera llamando, o también corría la posibilidad de que él ni siquiera hubiera ido ese día, o anduviera en algún mandado. Aunque también, era posible, de que por ser una mujer la que me llamaba a la cabina, él hubiera optado por dejar que yo subiera.
Valley me esperaba en cabina, y me pedía poder probar la calidad de la imagen de su película antes de arrancar la función sólo para saber si había enviado el archivo correcto. A cualquier otra persona le habría negado la petición, como muchas veces antes ya lo había hecho, le habría dicho que el material ya había sido probado, y que todo corría perfectamente, tanto imagen como sonido, pero una petición hecha por una mujer como Valley, la habría acatado, fuera cual fuera.
Hice lo propio desde esa vieja notebook azul que había perdido el color por tanto sticker que había recolectado desde hace 6 años, de tantos lugares, de tantos viajes. Empecé a correr la película, y cuando levanté la vista para mirar a la pantalla en la sala, esta, y la cabina ya habían quedado atrás; pero no Valley.
Ese espacio había sido desplazado por una especie de callejón ancho y vacío que era custodiado por lo que parecían ser bodegas muy parecidas a las de la vieja estación de ferrocarriles, pero no había rastros en el aire del aroma de esas bodegas, que siempre han tenido un aroma particular a memoria conocida, el aroma que tenía este aire, era más parecido al aroma de San Juan de la Costa, incluso el cielo me hacía recordar aquel año nuevo de hacía cinco años en ese territorio marítimo desolado, pero jamás agreste, jamás desconocido, jamás extraño. Para ese momento yo ya sabía que aquello para nada era real, era la extraña simbiosis de conjugar dos espacios queridos, incluso me hacía pensar en ese lugar que había leído en ese libro que tanto me gustaba: Centro Independencia.
Valley me cuestionó sobre a qué sitio la había llevado, que qué clase de magia tenía aquella cabina, yo le contesté que no sabía a ciencia cierta, pero que tenía una vaga idea del posible lugar en el que nos encontrábamos, pero que teníamos que caminar un poco para averiguar si mis pensamientos eran correctos, así ella empezó a caminar, y yo aún de pie sin moverme, miré como ella giraba en su mismo eje para voltear a verme y me dijo que si no la acompañaba, y acto seguido empecé a caminar al lado de ella. Lo dicho, una petición hecha por una mujer como Valley, la acataría, fuera cual fuera.
No recuerdo lo que platicábamos, de hecho no recuerdo si platicábamos o sólo caminábamos sin decir palabras, en ese punto el diálogo era más introspectivo, quiero decir, iba tan inmerso en mis pensamientos, que no sé si algo pasaba afuera más allá de estar caminando al lado de Valley. Recuerdo que mi pensamiento giraba en torno al hecho de que si estaba en un sueño, como estaba seguro que lo estaba, podría dictar el curso de las cosas que podían pasar, podía hacer lo que quisiera, en ese lugar, con ese lugar, con esa mujer. Pero decidí no hacerlo, decidí disfrutar de la caminata, decidí disfrutar estar al lado de ella, mirarla al lado mío, disfrutar el viaje. Para cuando estaba de manera consciente en la caminata, observándola, mirando ese perfil tan bello y enigmático que se negaba a voltearme a ver, aún cuando yo podía de manera inconsciente hacer que me volteara a ver, ella se paró en seco, me miró, y me dijo: "acaso es que no piensas besarme". Lo dicho: una petición hecha por una mujer como Valley, la acataría, fuera cual fuera.
Me acerqué a ella, y sin ningún acto protocolario más que ver esa bella sonrisa que adornaba su rostro, la empecé a besar. Y fue un beso lento, pareciera a cámara lenta, con una pasión que hacía que mi yo consciente que sabía que estaba soñando, sintiera celos de lo que mi yo inconsciente estaba experimentando, que no era excitación a pesar de ver como esas bocas y esas lenguas se tocaban, se unían, se separaban, se hacían uno y mil pliegos de carne, saliva y sed. En aquel beso, no experimentaba excitación alguna, o placer banal; lo que experimentaba era paz. Al momento en que me percaté que yo ya no era yo, sino una especie de observador omnipresente que veía ese acto de entrega en tercera persona, es que desperté.
Comentarios
Publicar un comentario