Las grandes mentes no buscan llamar la atención.
Iván Delhumeau, administrador de profesión, pero apasionado de las letras y del cine, ha desarrollado una carrera discreta pero muy interesante como escritor, que le abarcan una novela, un ensayo fílmico del maestro Juan Antonio de la Riva, y que lo hacen a mi parecer la persona que mejor conoce la obra del director durangueño, y ahora un ensayo sobre el oficio como guionista del más rebelde de la dinastía Revueltas: José. Sólo por esto bien podríamos considerarlo uno de los más grandes ensayistas de nuestra ciudad de los tiempos que nos acontecen, pero aunado a ello, ha participado en presentaciones de libros, siendo jurado en ejercicios como las deliberaciones en vivo del Festival del Nuevo Cine Mexicano de Durango, en espacios de análisis y crítica como la Mesa Cinéfagos tanto en el Festival de Cine Mexicano como en el Festival de Cine Paloma Itinerante, y escribiendo en revistas de cine como Cine Toma y Revista Cinéfagos.
Pero aún con estas cartas y credenciales, para los que lo conocemos, Iván sigue siendo una persona que se conduce con humildad y sencillez, siendo un hombre de oficio, que cumple sus actividades cotidianas y hogareñas como cualquier otro durangueño. No se percibe en él ningún ápice de grandilocuencia o inaccesibilidad, siempre contribuyendo y accediendo a sumar a cada emprendimiento que uno lo invita de cualquier índole, y más aún cuando hablamos de esas grandes pasiones que él tiene en lo artístico: letras y cine. Sin pavonearse como muchos podemos llegar a hacerlo, cuando nos dedicamos al ejercicio de la escritura. En ese sentido puedo ver un símil con el hombre al que decide dedicarle el ensayo de largo aliento que hoy nos convoca. José, ese hombre que afirmaba que para él escribir era su manera de llorar, más allá de la gran reputación que tuvo como escritor, supo perfectamente que eso quizá no lo sostendría en una vida acomodada y libre de carencias, de ahí que decidió incursionar en el medio cinematográfico como argumentista y guionista, y así ganar dinero para mantenerse. Pero más allá de desempeñar su labor sólo como obligación o un trabajo de encargo, le permitió explorar otra vena artística, y fusionar su narrativa literaria, la fórmula del libreto cinematográfico o del cinedrama, e incluso poder dirigir algunos cortometrajes, un hecho poco conocido por la mayoría de quienes conocemos la obra del escritor, y que Iván nos revela en este su libro.
Malparafraseando una de las líneas más celebradas de la película "La vida secreta de Walter Mitty", Iván es una de esas grandes mentes que, sin buscar llamar mucho la atención, hace grandes cosas desde la pasión de querer hacer las cosas y materializarlas, y es por eso que debemos celebrar el estar hoy aquí, y hacer siempre lo necesario por convocarlo a seguir haciendo y contribuyendo a la vida cultural de nuestra ciudad, desde estas dos grandes pasiones que tiene en el quehacer artístico: las letras y el cine.

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