Antonio Machado.


Desde el umbral de un sueño me llamaron . . .
era la buena voz, la voz querida.

Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma? . . .
Llegó a mi corazón una caricia.

-Contigo siempre . . .
Y avancé en mi sueño
por una larga, escueta galería,
sintiendo el roce de la veste pura
y el palpitar suave de la mano amiga.

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