Fragmento de "Dónde estás, bello mundo" de Sally Rooney





Hace un par de noches, volví a casa en taxi después de una presentación. Las calles estaban silenciosas y oscuras, el aire curiosamente quieto y templado, y en los muelles los edificios de oficinas estaban todos iluminados por dentro, y vacíos, y por debajo de todo, por debajo de la superficie  de todo, comencé a sentirlo de nuevo: la cercanía, la posibilidad de belleza, como una luz irradiando suavemente desde más allá del mundo visible, iluminándolo todo. En cuanto comprendí lo que estaba sintiendo, intenté avanzar hacia allí en mis pensamientos, alargar la mano y aislarlo, pero no hacía más que enfriarse un poco, o escapárseme, o escurrirse aún más lejos. Las luces de las oficinas vacías me habían recordado algo, y me había puesto a pensar en ti, a tratar de imaginar tu casa, creo, y recordé  que me habías escrito un email, y al mismo tiempo iba pensando en Simón, en el misterio de su ser, y por algún motivo, mientras miraba por la ventanilla del taxi, empecé a pensar en su presencia física en la ciudad; que en algún lugar de la estructura de la ciudad, de pie o sentado, son los brazos puestos así o asá, vestido o desnudo, estaba presente, y Dublín era como un calendario de adviento que lo ocultaba tras alguna de las millones de ventanas; y que la esencia del aire estaba impregnada, la temperatura estaba impregnada, de su presencia, y de tu email, y de este mensaje con el que te estaba respondiendo en mi mente ya entonces. El mundo parecía capaz de albergar estas cosas, y mis ojos eran capaces, y mi cerebro era capaz, de incorporarlas y comprenderlas. Estaba cansada, era tarde, iba sentada medio dormida en el asiento trasero de un taxi, recordando por un impulso extraño que allá donde voy, tú vas conmigo, y también él, y que mientras ustedes dos estén vivos el mundo será bello para mí.

No tenía ni idea de que habías estado leyendo la Biblia en el hospital. ¿Qué es lo que te llamó a hacerlo? ¿Y te sirvió? Me pareció muy interesante lo que decías sobre el perdón de los pecados. La otra noche le pregunté a Simón si le rezaba a Dios y me dijo que si: <<para darle gracias>>. Y siento que si yo creyese en Dios, no querría postrarme ante él y rogarle perdón, Sólo querría darle las gracias todos los días, por todo.

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