Fogata [Él]





Esta parte de la historia, si soy honesto, es algo confusa. Recuerdo perfecto que salimos de la fiesta y para cuando estábamos en el coche no se escuchaba nada, y era extraño, porque digo, uno esperaría que, por ser el mes en el que estábamos, y por ser fin de semana, se escuchara la música estridente de alguna fiesta no tan recatada como en la que estábamos, o el sonido del viento entre los árboles, o algunos grillos, pero nada, había un silencio total, se sentía raro, ella empezó a reír como si hubiera fumado marihuana, yo también empecé a reír, le pregunté que si estaba nerviosa, o eso creo que hice, no sé porqué lo hice. Ella me dijo que no, entonces encendió el estereo y empezó a sonar justo donde se había quedado el disco de The Suburbs de Arcade Fire, ella dijo que le encantaba esa banda, todo el camino hacia mi casa nos fuimos cantando, hablamos muy poco.

Cuando llegamos a casa, ella estaba muy ansiosa, inquieta; si no fuera porque era mayor que yo, diría que estaba nerviosa. Incluso se veía con la cara roja. No sé si estaba tan bebida como yo.

Cuando íbamos camino a la fiesta, a diferencia del camino hacia la casa, ella iba callada, no cantaba, iba absorta en el manuscrito, de vez en vez la miraba de reojo y la veía sonreír, yo pensaba y creía que le estaba gustando, pero como saberlo, quizá yo sólo lo estaba imaginando, lo de las sonrisas. Fue entonces, que ella lo propuso: para que regresar a la fiesta si no iba a poder seguir leyendo el manuscrito, "será mejor que busquemos un lugar tranquilo para seguir leyéndolo". "¿Un lugar como cual?" Le pregunté. "No lo sé, como... como este, mira, para aquí" dijo mientras pasábamos por el estacionamiento de un supermercado. Yo, como si estuviera escuchando a la voz propia de mi conciencia, me metí inmediatamente en el estacionamiento. Busqué un lugar que no fuera muy céntrico, digamos que traté de buscar un sitio que, además de oscuro, no estuviera al alcance de alguna cámara de seguridad. No les voy a negar que desde que la vi, esa mujer me gustó, yo ya tenía una especie de enamoramiento platónico desde que leí su libro de cuentos, sabía que se había graduado de la universidad con honores, y que la editorial de la universidad le había publicado su primer libro, una novela, la cual era prácticamente imposible de conseguir, digo, se podía conseguir, al menos yo la podía conseguir, pero ninguna de las personas que sabía que la tenía estaría dispuesta a vendérmela, así que, decidí no leerla hasta tener mi propio ejemplar en mi repisa cada día más llena de libros; disculpa, sé que me he desviado del tema. Entonces, si bien yo sabía que era casi imposible que esa mujer, algunos años mayor que yo, inteligente, gran escritora, sobre todo hermosa, casada y con un hijo, se pudiera fijar en mi, y sin embargo allí estábamos, aparcando en un estacionamiento vacío una madrugada no tan fría de febrero, ella pidiendo que estuviéramos a solas para leer mi manuscrito. Por supuesto se corría la posibilidad que en realidad sólo fuera eso, una escritora amable que quería leer mi novela porque le resultaba interesante y no podía esperar a terminar de leerla mañana, u otro día, una mujer que se interesaba en mi historia, mas no en mí. Pero justo en el que encontré el sitio para estar, estacioné la camioneta, y apagué el motor, ella se me echó encima y empezó a besarme con mucha pasión, yo por supuesto le seguí el paso, tenía que compensar con disposición la falta de experiencia que tenía, no es como que nunca hubiera estado con una mujer, pero jamás con una mayor que yo, y tampoco habían sido tantas hasta esa noche, seguro ella había estado con muchos hombres, había tenido toda clase de aventuras, yo era más un tipo casual en cuanto al sexo y relaciones se refería. Pero ahí estaba, teniendo un encuentro pasional con una mujer mayor que yo más que interesante y estábamos en mi coche a punto de tener algo. Cuando ella empezaba a deabotonarme el pantalón, yo le dije que sería mejor pasarnos al asiento de atrás para poder estar mas cómodos, a lo que ella accedió, y nos pasamos sin salir del coche, seguimos besándonos muy intensamente, y aquí es la parte en la que todo se vuelve confuso, porque recuerdo que estábamos besándonos, y ella empezó a llorar, yo oía, o más que oir, sentía su sollozar, sentía sus lágrimas caer por sus mejillas, yo las sentía también en mis mejillas, cuando decidí tomar su rostro entre mis manos, para poder tocar sus lágrimas, y la vi llorar, yo también empecé a llorar, entonces ella me dijo que porque lloraba, entonces yo le dije que no sabía porque lo hacía, que quizá lo hacía porque jamás había vivido algo así, entonces ella rió un poco, sin dejar de llorar, y me dijo que si quería tomarme como un escritor serio, tendría que empezar a tener más aventuras, entonces ambos reímos a carcajadas, volvimos a besarnos y ella me dijo que no podíamos hacer eso, que debíamos volver a la fiesta, así que secamos nuestros ojos, nuestros labios, acomodamos nuestros cabellos y nuestros pensamientos, y regresamos a la fiesta, en silencio, escuchando Suburban war, extrañamente, sonriendo.

Luego de aquella noche nos reunimos algunas veces para hacer algunas correcciones con la redacción de la novela, la cual una vez publicada, tuvo muy buena recepción. Recuerdo que el día de la presentación, ella se negó a hacer comentarios sobre la misma, pues lo consideraba poco ético, pero en cambio, y como una forma de disculparse por eso, me regaló el único ejemplar que ella tenía de su primera novela, aún hoy día sigo creyendo que ese fue uno de los días más felices de mi vida. No les voy a negar que durante ese tiempo, el de las revisiones de mi novela, hicimos el amor en más de una ocasión, vamos, que yo creía que hacíamos el amor durante muchos años, y lo confirmé cuando hace unos días escuché esa entrevista de su nueva novela y fui a comprarla enseguida, cuando la leí, supe que hacíamos el amor, que hicimos el amor desde aquella noche en que ella me descubrió frente a la fogata mirándola como jamás había visto, o volví a ver a ninguna mujer.

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