Otra (corta) carta para M. A.
Acá vuelvo, después de una larga extensión de tiempo. Una extensión que nunca quisiera que se extendiera tanto, pero que entre desidias, obligaciones y cosas que no tiene caso enlistar acá, hacen que tarde en volver a venir, pero siempre vuelvo.
Por supuesto que en esa última línea escrita del párrafo anterior, no hay queja o reproche absoluto a quienes también están ligados a ti. Entre la distancia espacial y el abismo de dolor que aún debe de existir. Quizá sin tanta intensidad como en su momento, pero ahí está. Pero espero que a través de mí puedas sentir su amor.
No sé hasta qué punto estás palabras puedan ser un tanto repetitivas con respecto a las escritas antes, pero acá vuelven con la misma intensión que las veces anteriores: externarte que te quiero, que siempre estas presente, que estas en todas mis intensiones de ser una mejor persona, el mejor tío, en los proyectos que hago; y que te echo de menos.
Lo que te voy a decir evidentemente se debe a una distancia además de tiempo, emocional, porque no sé con certeza qué habría sentido ese Juan, pero ahora me aventuro a decir que me habría encantado causarte vergüenza cuando estaba en la secundaria, como seguramente se la causé a algunas de mis primas.
Sigo huyendo a la responsabilidad de venir el día 2, pero te hago la promesa desde ahora que el próximo año haré lo humanamente posible para unirme a esa fiesta comunal, desvinculándolo incluso a aquel proyecto fallido. Supongo que sigo queriendo que mis pláticas contigo sean algo íntimo, entre dos, exteriorizadas, pero sin luces y con la menor gente posible alrededor.
Las luciérnagas y los cepoales, esos que tampoco te conocieron; también te echan de menos.
Por supuesto que en esa última línea escrita del párrafo anterior, no hay queja o reproche absoluto a quienes también están ligados a ti. Entre la distancia espacial y el abismo de dolor que aún debe de existir. Quizá sin tanta intensidad como en su momento, pero ahí está. Pero espero que a través de mí puedas sentir su amor.
No sé hasta qué punto estás palabras puedan ser un tanto repetitivas con respecto a las escritas antes, pero acá vuelven con la misma intensión que las veces anteriores: externarte que te quiero, que siempre estas presente, que estas en todas mis intensiones de ser una mejor persona, el mejor tío, en los proyectos que hago; y que te echo de menos.
Lo que te voy a decir evidentemente se debe a una distancia además de tiempo, emocional, porque no sé con certeza qué habría sentido ese Juan, pero ahora me aventuro a decir que me habría encantado causarte vergüenza cuando estaba en la secundaria, como seguramente se la causé a algunas de mis primas.
Sigo huyendo a la responsabilidad de venir el día 2, pero te hago la promesa desde ahora que el próximo año haré lo humanamente posible para unirme a esa fiesta comunal, desvinculándolo incluso a aquel proyecto fallido. Supongo que sigo queriendo que mis pláticas contigo sean algo íntimo, entre dos, exteriorizadas, pero sin luces y con la menor gente posible alrededor.
Las luciérnagas y los cepoales, esos que tampoco te conocieron; también te echan de menos.



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